lunes, 10 de noviembre de 2008

Alabanza es guerra...

Marcos Witt
Pablo dice en 2 Cor. 10.4 - ... por que las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para destrucción de fortalezas...
Nuestra guerra no es carnal, así que nuestras armas tampoco lo son. La Biblia nos habla claramente acerca de que nuestra guerra es en contra de principados y potestades, gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (léase Ef. 6.12-13).
Alabanza, adoración, oración, ayuno e intercesión utilizados en conjunto con la Palabra de Dios, la sangre del Cordero y el nombre de Jesús son nuestras armas con las que causaremos un extraordinario daño al terreno del enemigo. Al cantar, hablar o declarar alabanzas al Señor, estamos haciendo saber a las fuerzas contrarias las verdades que se encuentran en la Palabra. Estamos apuntando y bombardeando el reino de nuestro enemigo recordándole que Jesús YA triunfo sobre el, y que podemos gozarnos en Su triunfo.
...Majestuoso, Poderoso, Digno de loor... Jesucristo es Rey, Jesucristo es rey, postrados hoy ante Sus pies, Jesucristo es Rey...
Creo firmemente que cuando Satanás escucha esta declaración salir de la boca de cualquier creyente, el tiembla. Al decir... Jesucristo es Rey... estamos enviando un poderoso misil al reino de las tinieblas y libertando a los cautivos que están bajo su control. NO por el hecho de que el canto en si tenga el poder, pues el canto es solo el portador de lo que es más poderoso: la declaración de la Palabra de Dios.
Declaraciones como Jesús es el Señor, Jesucristo es el Vencedor, Jesucristo es Rey y otras más como estas, que causan danos terribles al reino de las tinieblas, por que son declaraciones poderosas y acertadas acerca de la realidad de la verdad: Jesús-Vencedor, Satanás-perdedor.

En la próxima reunión donde usted se encuentre alabando al Señor, trate de recordar este principio, para que su alabanza pueda tomar una nueva perspectiva y enfoque. Dígase a si mismo," al estar cantando y alabando, entregando mi corazón y mi vida al Senor, e estoy trayendo mas derrota al reino de Satanás.
Es por eso que la alabanza casi nunca es silenciosa. Cuando tenemos algo que festejar, alguien a quien presumir y una victoria que declarar, ¿por qué hacerlo en silencio?
Declaremos al mundo entero. Levantemos la voz y hagamos alarde del hecho que tenemos un gran Señor que... sometió TODAS las cosas bajo sus pies... (Ef. 1.22) y que nos ha regalado Su gran victoria.

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